sábado, 23 de abril de 2016

Sin Título

Él y ella están tan compenetrados que comparten un poco más que las veinticuatro horas que conforman un día (un rato el sol y otro ratito la luna). Le ha servido de colchón para las horas de sueño. Ha sido tremenda, se la pasa escondiendo algunas veces comida y objetos negándole la posibilidad de disfrutar en paz.
La huele, la fuma. 
Él y ella son inseparables, ella se aprovecha de las grietas y del sudor para tatuarse en el cuerpo, dándole así una tonalidad bronceada-tierrua que precisamente se acentúa en los pliegues de la juventud.
Se burla, lo desintegra.
Lo vi desde el bus en una primera esquina, a 20 Km/h, el calor también le daba pesadez al medio de transporte, allí estaba viendo a su alrededor con una sonrisa falsa porque lo más claro era que se sentía perdido. Mi mente se sintió aturdida, y ahora escribiendo estas líneas me percato de que en realidad no era nada nuevo ese personaje en mi realidad, sino ajeno de alguna manera a este rincón del país.
A este relato, le he intentado poner un nombre y no he podido, no me convencen los que vienen a mi mente.
16/04/2016 son las 7:11 pm
Kari Deflores
Calabozo, Guárico, Venezuela


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