sábado, 23 de abril de 2016

La enfermedad

Simón nunca fue normal pero tampoco un completo desadaptado. Siempre se le vio andar en silencio de un lugar a otro. Extraordinario en sus estudios, lo que sumaba más rareza a su peculiar personalidad. Si se quiere guapo, un cierto parecido a John Christopher Depp II. Cuando pudo independizarse, el simple hecho de vivir solo, lo hizo dejó a un lado a su madre y a sus tres hermanos, él era el mayor de la casa.
Simón se mudó a una residencia de extraña arquitectura. La privacidad era inexistente pues quien vivía en el último cuarto del pasillo debía atravesar todos los anteriores, justamente ese era el cuarto de Simón. Las paredes eran de vidrio tornasolado y unidos con varillas de aluminio pintadas de color naranja. En los cuartos no cabía más que una sola persona, estaban amoblados con lo necesario a excepción del cuarto de Simón, él logró ubicar un escritorio donde había una lámpara de bombilla tubular fluorescente y grandes trozos de plastilina con formas realmente abstractas. El baño también pequeño, una poceta y el área de ducha, sin lavamanos y espejo. Simón era un hombre pero orinaba sentado, así lo hacía desde pequeño.
Simón estaba matriculado en la universidad más prestigiosa, nunca se supo qué estudiaba realmente. Entraba a las clases de anatomía patológica, psicología social, geometría analítica, morfología, estética, dibujo anatómico, historia de la filosofía y otras. Su clase preferida era con el Doc. Joshua Belisario, lógica I. Entre los profesores era uno de los más reconocidos. Para muchos era extremadamente correcto, pulcro, culto, organizado, puntual, caballero, atractivo con su cabello lacio canoso, peinado de lado y unas cejas pobladas. Simón sentía una particular admiración, tanto así que le demostró ser capaz de hacer todo favor que el doc le encomendara.
Joshua Belisario tal vez era una de esas pocas o tantas personas muy parecidas a Simón. Cuando por fin su amistad alcanzó un alto nivel de confianza el doc abusó de su poder y pidió a su joven amigo, sin muchos rodeos, que asesinara a un par de estudiantes que ya no soportaba, sabían de su más íntimo secreto y él no podía seguir cubriendo tanto chantaje. Él le dio plena libertad a Simón de escoger cómo sería el asesinato de esas cinco personas. Joshua Belisario le prometió verlo nuevamente una vez cumplida la misión.
Simón esa noche caminaba a casa, como siempre sin ver a los lados. A la distancia pudo darse cuenta que estaban dos de las cincos personas de la lista. Por su frente empezó a correr mínimas gotas de sudor y sus manos nerviosas se tocaron la una a la otra dentro del bolsillo del sweater. Caminó al frente de las susodichas. Sin pensarlo mucho se fue encima de una de las chicas y le clavó repetidas veces un picahielo de mango color rojo. La otra víctima sufrió menos al no superar su asombro a tiempo lo que Simón aprovechó sin dudar.
¡Joshua no llama!, es lo que repetía Simón acostado en su cama. ¡Joshua no atiende! Su mirada se perdía entre las figuras de plastilina y el reflejo de su cuerpo en los vidrios de la habitación. Dejó de morderse las uñas cuando escuchó el saludo a voz populi del inquilino de al lado ¡háblame saimon, que e’loqueé! Sumido casi gélido no contestó. Dedujo que el doc lo seguía y que cumpliría su palabra de no se manifestarse hasta que él no culminara el trato. Simón agarró una de sus esculturas de plastilina favorita la moldeó un poco, un poco más y cerró los ojos en sana paz.
El sol dio la señal de iniciar un día normal en la universidad. Las horas pasaron lentas para Simón. Joshua Belisario estaba en su día libre. Simón no entró a ninguna clase, pasó todo el día en la biblioteca. Durmió sobre algunos libros de lógica I. Llegó la noche. Nadie preguntó por nadie más allá del simple rumor de los asesinatos. La universidad era una ciudad. Mismo pasillo de la noche anterior, un poco más adelante dos chicos y una chica. Mismo procedimiento. Más desenfreno, dos de ellos intentaron escapar. Llevó más tiempo. La misión se cumplió. 
Simón telefoneó a Joshua Belisario. Nunca atendió. Simón estaba completamente deprimido, era el peor sentimiento que había sentido hasta el momento. Atravesó todos los cuartos de la residencia con una locura desenfrenada. Quebró uno de los vidrios con su puño. El que estaba dormido se despertó alborotado. Cuando vieron las manchas de sangre enloquecieron. Simón solo gritaba ¡no me atendió, no me contesta, me mintió!, ¡yo lo admiraba, era mi inspiración!
La noche más larga de Simón. Su madre llegó a la habitación, mujer blanca, cara llena de arrugas, cabellos pintados de rojo oscuro, espalda encorvada. Abrazó a su hijo mientras este lloraba a cantaros, ella con su voz melodiosa le repetía ¡todo estará bien, nada malo te pasará! La policía llegó a los pocos minutos. Simón se desesperó al verlos en su habitación, dijo ¡madre, madre quiero hacer pipi, madre por favor cuídame! No había forma de escapar, todo se podía ver. Simón se sienta. Un oficial pregunta a la madre si es hombre o mujer. ¡No le hagan daño a mi hijo, él tiene una enfermedad!
Kari Deflores
Calabozo, edo. Guárico Venezuela
28/03/2016
9:35 p.m

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