Érase
una vez entre todas las veces pasadas y repasadas en un extraño lugar
coincidieron dos aves provenientes cada una de lugares lejanos. Tal vez el
hecho ocurrió porque tenían algo en común, las aves habían descubierto por si
solas que podían volar más alto y mucho más lejos.
En
el horizonte dibujado entre el norte y el sur se avistaba a Drácula y Ailurofobia
volando en extrema felicidad, cantando y fotografiando con sus memorias los hermosos
paisajes que divisaban desde la altura, tristemente no podían evadir los
consulados para sellar sus pasaportes pero esto no era impedimento para sentir
libertad.
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Drácula,
la famosa ave colorida del Machu Picchu, no encontraba ya qué hacer pues estaba
muy agobiado de tanto trabajo y tener que ir a lugares que exigían de su
presencia a cualquier hora y siempre con la misma gente alabando los saberes de
él. En sus pocas horas libres había descubierto, hace un tiempo atrás, que
podía volar más alto y mucho más lejos cada vez que lo intentaba con pasión. Un
día tras culminar una larga reunión con ministros y colegas decidió alzar vuelo
sin renuncias ni despedidas, el viento sería su guía.
Por
otro punto cardinal Ailurofobia, la famosa ave colorida del Roraima no
encontraba ya qué hacer. La labor de ser guía turístico la tenía súper
fastidiada, aunque según era su pasión, porque era más el tiempo que recorría
caminando que volando en vista de que no todos los turistas tenían alas como
ella. Ailurofobia sentía que perdía la adrenalina al presentarse estos casos.
En los días de temporada baja practicaba su vuelo y logró descubrir que podía
volar más alto y muchos más lejos. Ella meditó millones de veces qué pasaría en
su ausencia y a pesar de las trágicas posibilidades decidió solicitar unos días
de descanso, preparó un bolso pequeño, hembra al fin y decidió alzar vuelo.
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Pasados
varios días y noches de fuertes vientos ambas aves, cada una por su lado, se
establecieron en El Paraíso, imposible dejar de lado ese paisaje colorido lleno
de árboles, lagunas, cascadas, piedras de distintos tipos y flores cargadas de
mucho perfume. Era el lugar ideal para recorrer miles de veces a patas y
millones más volando entre las nubes. Así estuvieron Drácula y Ailurofobia por
unos tres días más, sin embargo las ganas de comer alguna fruta deliciosa de
sus países de orígenes estaban promoviendo la huida de la emoción de sentirse
libres.
Ailurofobia
estaba a punto de desmayarse y sin pensarlo dos veces se posó en la copa de un
frondoso árbol, cogió una extraña fruta de color azul y se la comió, era muy
deliciosa, muy dulce justo lo que a ella le gustaba así que comió un poco más
hasta sentir su estómago full, bajó y acostó bajo la sombra del gran árbol de
color amarillo.
Asimismo
Drácula estaba hambriento sin embargo no se atrevió a comer nada que no fuese
conocido, su tatarabuela le había criado de esa forma. Su vuelo parecía perder
fuerza, iba de arriba abajo sin poder controlar, en el recorrido logró ver a un
ave y aunque dudó en acercarse lo hizo con mucha cautela.
Al
estar frente a la desconocida quedó perplejo por la belleza y el brillo de las
plumas de esta, tímidamente se le acercó y dijo,
-
Hola disculpa que
te interrumpa, pero eres la primera ave que encuentro desde mi llegada a El Paraíso
y pensé que podrías ayudarme… hola, ¿hey estas bien?, señora despierte,
despierte, usted podría ser mi salvación. ¡Parece estar muerta! Ayúdeme soy un
simple turista nada más que un turista hambriento…
El
ave fue reaccionando con mucha dificultad y apenas se le escuchaba decir: ¡no
estoy trabajando, nada de turistas!
-
Oh perdone usted,
no era mi intención fastidiarla pero ya perdí la cuenta de cuántos días llevo
sin comer y estoy perdiendo fuerzas, ¿se encuentra bien señora? Le preguntaba
viéndola asombrado, más bien como encantado.
El
ave al abrir los ojos por completo sintió vergüenza por la forma en que estaba
tirada sobre el piso y exclamó con gran extrañeza, ¡qué me ha pasado!, ¿cuánto
tiempo llevo acá?, ¿por qué hay tantas moscas volando sobre mí?, ¡quítelas, quítelas!,
gritaba con desesperación.
-
Con mucho gusto se
las quito… es usted muy bella señora, perdón, digo no sé, ehm en realidad no
soy del lugar y la vi mientras volaba y pensé que podía ayudarme con el
alimento, nada de lo que hay aquí es parecido a las frutas de mi país y…
-
Ya, ya, suficiente,
pues le informo primero que soy señorita, segundo que estamos en las mismas, yo
tampoco soy de aquí me vine de vacaciones y me temo que no podré ayudarle
porque, porque ¡claro eso fue!
-
¿Qué cosa?
-
Yo también estaba
hambrienta a punto de desmayarme y agarré frutas de este árbol, ¡son
peligrosas, son venenosas, estuve a punto de morir en la flor de mi juventud!
¡ay cuanto le debo me ha salvado usted la vida como el príncipe morado de mis
sueños! Ella se le tiró encima, le abrazó muy fuerte y le dio muchos besos en
las mejillas, él estaba más rojo que una fresa y este arrebato de emoción fue
el inicio de una amistad, muy singular.
Las
aves estuvieron por horas recorriendo el lugar pero atemorizados de probar
alguna fruta. Al transcurrir dos días se encontraron picoabiertos frente a un
hermoso lago de color turquesa que estaba lleno de mariposas, abejas, venados,
conejos, aves y muchas animales más. Todos parecían turistas, en el rostro se
les notaba esa emoción.
El
lago estaba rodeado de frutas coloridas que parecían estar servidas en platos,
Ailurofobia y Drácula se quedaron viendo el uno al otro y lentamente bajaron su
ala, cogieron una fruta y la llevaron a su pico, sus miradas expresaban la
despedida pero sin temor alguno ante un posible envenenamiento. Así permanecieron
durante cinco minutos y nada extraño les sucedió, saltaron y volaron de la
emoción y pisaron tierra nuevamente para comer hasta satisfacer su necesidad.
Sentados
a la orilla del lago, con sus patas sumergidas permanecieron conversando sobre
sus países de origen, ocupaciones, hobbies, música y libros favoritos, en fin de
todo un poco, cuando el cielo estaba iluminado por la luna y las estrellas una
de las aves dijo,
-
Estamos totalmente
locos hemos hablado de absolutamente todo y aún no sé tu nombre
-
¡Es cierto!,
exclamó la otra muerta de risa, me presentaré soy Drácula, un placer bella mademoiselle
-
¡Oh que nombre tan
extraño! Yo me llamo Ailurofobia, un gusto caballero
-
¡Ailurofobia, ese sí
que es un nombre extraño, jajaja!... pero … ehmm, no dejas de ser bella
-
No sigas que me
vas hacer volar, muchas risas se escucharon en el viaje del viento.
h
Ailurofobia
y Drácula estuvieron así de felices en El Paraíso un par de días de más, tal
vez fueron unos meses. Sin llevar control del tiempo un buen día tuvieron que
regresar los mandaron a buscar con detectives privados, eso sí establecieron el
compromiso de que la amistad seguiría pese a la distancia y las labores
diarias, también se prometieron volver a
ese bello lugar para recordar y sentir el verdadero valor de la vida, que es
vivir en felicidad.
h
Fin
Kari Deflores
Calabozo, Estado Guárico
Venezuela 10/04/2016, 11:10 am
(Un regalo)