La pioja sentada en el banco,
apenas toca el piso con la punta de sus zapatos, sus dedos se complementan con
las teclas del piano.
El hombre de la mecánica al
teclado, sus manos temblorosas no podrían sujetar una rolinera pero si dibujar notas
musicales en el aire.
En el intermedio voces femeninas
y sublimes cambiaron la armonía del lugar, arrugas de sorpresas más que de simples
experiencias.
Uno más auténtico que muchos
otros, él haciendo rock con el cuatro, otras aguas donde navega la música
venezolana.
Es posible que exista el
silencio, la pausa, no es un error, es un instante para detenerse a pensar si abandonar el banco o continuar, el
adolescente se enamoró de su esencia.
El coro de voces, el coro de
aplausos.
El coro de ojos y oídos.
El coro de los sentidos, le
vibran las arterias, se erizan los pezones, las caries brincan de un lado a otro
y el uñero permanece latente.
Kari Deflores
12:00 pm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario