sábado, 18 de noviembre de 2017
Los zamuros galleteros
No hay ese olor a cosa que se pudre en el monte y mucho menos en el contenedor de basura, hay un rico aroma a ponqués, panqué rebanado, pastelitos, palmeritas y galletas.
Los carros van y vienen, atreviéndose a adelantar las agujas de un reloj. El tiempo que no se detiene, jamás.
Las gotas de sudor empiezan a recorrer la frente de los zamuros. Las alas de los zamuros. Las patas de los zamuros. El sudor empieza a recorrer el estómago de los zamuros.
Los carros sin frenos, lo mismo el tiempo, salvo el momento en que se topan con la puerta que encierra la magia de ese olor. Los zamuros, sólo así, se detienen y el sudor del estómago se hace más ácido.
Todos los zamuros se olvidan de volar. Posados frente a la puerta. Ahora se convierten en pedigueños en vez de atacantes. El sudor ácido. Mendigan. El tiempo. El alimento que a veces no está. Alimento que se va de la mesa. Alimento que no llega. Alimento que cuesta. Alimento que no rinde.
Solo es una galleta. Una palmerita. Un ponquesito. Un panqué rebanado. Un pastelito. Algo. Déjennos entrar. El tiempo. La vida. Los zamuros.
Kari Deflores
18/11/2017
9:30 a.m.
Barinas
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